viernes, 27 de abril de 2007

Historia de una vampiresa.

El sabor de la sangre. Ghoul. (II)
El matrimonio se celebró al cumplir ella los 16, aquella boda fue sonada en toda Cataluña y parte de España, recibieron incluso una felicitación escrita y firmada por el Rey de España, todo un honor para ellos. Se fueron a vivir cerca de los pirineos, en otra mansión parecida a la de sus padres. Los encuentros amorosos se ceñían a lo necesariamente estricto para consumar el matrimonio y para que no dejara de regalarle aquello que pedía.

En las fiestas aquel hombre era la envidia de otros hombres que poseían una mujer tan hermosa, y muchas la cortejaban para encuentros más íntimos lejos de ojos indiscretos, pocos eran los que lo conseguían, y los costes para conseguir convencerlos a veces eran muy caros, y no solo en oro.

Una noche vino a cenar un elegante y poderoso joven, era un noble de la región bastante introvertido, tenía muy poca vida social según su marido, pero sus contactos y su poder eran dignos de admiración. Ella le recibió y quedó impresionada por aquel hombre. No tendría más de 25 años pero su forma de hablar, fría y seductora, esos ojos negros pero profundos, mostraba una gran experiencia en la vida y un gran temple. Poseía una larga y lacia melena negra como sus ojos que le caía suavemente sobre los hombros, su rostro era de rasgos muy afinados, era muy bello, y ese aspecto misterioso cautivó a Silvia, la cual se quedó petrificada, lo que suscitó una ligera sonrisa del invitado. Su marido fue hacía él con los brazos abiertos, “Querido Alberto de Aller, que honor tenerte en mi casa” Él sonrió cortésmente, y pasó al interior.

Empezaron a hablar de las noticias del exterior, y otras cosas en las que poco podía o debía intervenir ella, sin embargo sus miradas de deseo no pasaron inadvertidas para él. En la despedida Alberto besó la mano de Silvia, dándole una nota discretamente y oculta a la vista de su marido, en esa nota la citaba en una dirección y hora concreta, ella no se retrasó en lacita que tenía lugar un par de días después de la cena, y comenzaron a verse como amantes, aquel hombre no tuvo que pagar ningún precio para conquistarla, y aquello le hacía creer a Silvia que tenía el poder y el control sobre él, como ocurría con su marido, no podía estar más equivocada, pero ella seguía viviendo en su error.

En uno de sus encuentros, él le ofreció poder, un poder que pocos tenían a su alcance, un poder al alcance de solo alguno elegidos, pero a cambio necesitaba información, una información que solo ella podía conseguir. Ella aceptó y él le ofreció beber de su sangre, al principio se horrorizó pero cuando él le puso su muñeca abierta en su boca, un mundo nuevo se abrió ante ella, se sentía diferente, mas fuerte tanto física como espiritualmente.

Alberto le explicó que las cosas estaban cambiando y se aproximaba una borrasca política, había rumores de que su esposo pasaba información a los franceses de las posiciones españolas, y que una posible lucha se iba a iniciar. Necesitaba de su ayuda, y de su discreción. Aquella noche le estuvo explicando superficialmente historias sobre los vampiros, el Sabbat y la Camarilla y la gran importancia de su papel. Si los franceses decidieran atacar permitirían la entrada a esa Camarilla, si eso ocurría la situación del Sabbat se vería comprometida, tenían que saber que sabían ellos y que planeaban. Silvia sorprendida por todo aceptó sin dudarlo.

Durante mas de un mes no le quitó el ojo de encima a su marido, incluso registró algunas de sus cartas, tanto las que pensaba enviar como las que recibía, y efectivamente así era, estaba pasando información de la seguridad de las fronteras españolas en los pirineos. Muchas de las cartas francesas que recibía y las guardaba en su lugar “secreto” Silvia las reproducía, y se las entregaba a Alberto, él estaba más que feliz con su trabajo. Ella siguió con su trabajo y seguía bebiendo la sangre de su protector, varios meses estuvieron con aquel espionaje. Una de las últimas cartas asustó a Silvia cuando la vio y sobresaltó a Alberto cuando leyó la reproducción de Silvia. Aquella carta anunciaba un futuro asesinato de la monarquía francesa, y el resto de la carta no auguraba nada bueno para España, pues no sabían como se tomarían el resto de las monarquías este suceso.

“Tengo un ultimo encargo para ti querida” Le dijo mientras guardaba la carta en un pequeño cofre cerrado con llave “Mátalo, tu serás mas rica aun, y podrás tener a tus amantes en casa, y te libraras de toda este enredo” Silvia sonrió y respondió “ Ya soy rica y tengo todo el dinero y las joyas que quiero, y tu eres el único amante que realmente me da placer y todo lo que necesito” dijo acariciando su muñeca, “yo mataré a mi marido pero quiero algo mas. Quiero mas poder que la sangre de tu muñeca, gracias a mi tienes información de los franceses, conoces sus planes, si esto evita que ellos entren también evitarás que entren los vástagos que os quieren eliminar, lo merezco”. Él rió con estrépito hasta asustarla. “Eres una estúpida, te crees merecedora de la vida eterna, que equivocada estás,…- los ojos de Alberto se afinaron, en su cabeza estallaron miles de pensamientos -Hagamos una cosa, mata a tu marido y finge tu muerte, quizás te permita demostrarme que eres merecedora de tal don. Si no superas la prueba te esperará la muerte definitiva.

Ese mismo fin de semana, Silvia preparo un pequeño viaje íntimo a una cabañita que tenían en mitad del monte, en honor a su aniversario de boda con su marido. Al ser tan intimo decidió llevar tan solo una criada. Su marido se sorprendió pero ella conseguía todo lo que se proponía. Tras una opulenta cena y tras haber mandado a la criada a dormir Silvia dirigió a su marido a la habitación. Él no cabía en sí de gozo, su mujer al fin había decidido amarle de verdad. Ambos se tiraron en la cama y ella le ordenó tumbarse boca abajo. Él se volvió totalmente sumiso y obedeció sin mediar palabra. Silvia sacó el cuchillo que tenía bajo la almohada, levantó la cabeza de su esposo, y le susurró la palabra traidor al oído, en ese instante sin darle tiempo a reaccionar sesgó su cuello, él comprendió el mensaje por la mirada de terror que quedó en sus ojos. Con el vestido ensangrentado, se levanto y fue al cuarto de la criada, la que se sobresaltó al ver a su Señora entrar sin llamar y dirigiéndose a ella con un cuchillo, se quedó paralizada en su cama, chillando nada mas. “Lo lamento pero hay bajas en todas las guerras, y en la mía tu eres una de ellas.” Mas sangre salpicó el vestido de Silvia.

Llevo el cuerpo de la criada a su habitación y lo tumbó junto al cadáver de su marido, Recogió joyas, vestidos, dinero,… todo lo de valor que podría mantenerla mas tiempo del que podía soñar, aunque en el futuro su concepto de tiempo cambiaría mucho. Roció la habitación con aceite, los cuerpos también, y prendió fuego a la habitación, veía como ardía todo, como el olor a carne quemada se entremezclaba con el de la madera.

Fuera de la casa estaba Alberto montado en un pequeño carro, su mirada era totalmente fría, pero se vislumbraba una pequeña sonrisa en sus labios, había sido complacido. Montaron un par de baúles en el carro y se alejaron de allí. “Crees que las autoridades se creerán el montaje” preguntó Silvia mirando como ya era toda la casa la que ardía. Alberto rió estrepitosamente, “Los contactos y poderes que poseo son mas que suficientes para hacer creer a la gente que todo es cierto aun sin cadáveres” Los ojos de Silvia se abrieron no de sorpresa sino de ambición, ella también quería ese poder.

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