miércoles, 5 de diciembre de 2007

PESADILLA EN LA REALIDAD

He hablado siempre de lo mucho que me gusta la noche ¿verdad? Todo tiene su excepción, hay situaciones o mejor dicho circunstancias que hagan que toda ella se convierta en una pesadilla.

Tras una salida divertida, entretenida y con algún puntillo cogido debido a esa droga legal llamada alcohol. Permitió que mi cuerpo se rindiera al sueño que creía mas produndo al caer sobre mi cama. Sin embargo en apenas una hora de sueño, cuya ensoñación se entremezcló con la realidad dió paso a mi despertar. Lo normal en estos casos es darte la vuelta y permitir de nuevo que esos brazos de Morfeo te agarren fuerte y dejarte llevar... ¿Qué ocurre cuando ese Dios griego parece haberse olvidado de tí?


Tus ojos se cierran debido al cansancio, sin embargo tu mente está muy activa pero confusa, miles de extraños pensamientos son capaces de pasar por tu mente, hasta alguno que no sabía que eras capaz de pensar, quizá la consciencia sea el filtro que permite hacer coherente los pensamientos, y el estado en el que me encontraba esa noche permitió que todo aquello que era capaz de entrelazar mi mente se hiciera real. Sin embargo, me agobiaban tantos pensamientos que resonaban en mi cabeza como una pesada, ruidosa e inoportuna conversación. Yo solo quería evadirme y permitir a mi cuerpo su anhelado descanso.


La noche transcurría, segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora. Parecía mentira como pequeños instantes podían sumarse en una interminable eternidad, se comparaba a un oceano, compuesto por miles de litros, y estos a su vez por miles de gotas... Hasta que te cansas de dividirlo y a ambos los tomas como una unidad continua.


Al simple insomnio le pareció absurdó quedarse a solas conmigo y decidió que era hora de que los efectos no tan divertidos del alcohol hicieran su puesta en escena. Mi presencia en la noche era oscura, debida a la pesadez de mis ojos, y en extraños momentos se volvió terriblemente inestable, una sensación de vertigo me inundó. Tuve que abrir los ojos y mantener mi vista en un punto fijo que tenuemente se iluminaba por la luz de las farolas que servilmente pasaban la noche iluminando una calle vacía. Me sentía como una tabla que se mantenía sobre una vértice móvil, el cual solo yo podía mantener estable, cuando me encontraba menos mareada y me sentía algo mejor mis ojos se daban por vencidos, hasta que de nuevo el vertigo en un abismo oscuro aparecía.


Tras varios ciclos con la misma dinámica pensé en levantarme y permitir que todo terminara con una simple visite al cuarto de baño, sin embargo, una estupida e insensata idea cruzó mi cabeza, porque permitir que el cuerpo tome las decisiones, porque no controlar yo a mi cuerpo (bueno a eso había que sumarle el frio de la casa a esas altas horas de la noche o de la mañana).


Asique pase una pequeña eternidad manteniendo estable mi cuerpo, trantandolo al menos. Cuando algo mas de luz parecía querer entrar por el balcón, como el comienzo de un amanecer, mi cuerpo se encontraba mucho mejor. Pero seguía sin ser capaz de encontrar el camino .
El sol del nuevo día pareció disipar aquellos demonios que se aferraban a mi y que prohibieron mi entrada aquella noche al mundo onírico.
A pesar de todo sigo amando la noche, y es agradable vivirla despierta... siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre ambas partes.

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