jueves, 22 de noviembre de 2007

Historia de una asesina:



La espada solitaria (II).


Día tras día, las charlas de mi madre eran mayores, estaba tardando en aceptar mi destino, en tomar la decisión que todos esperaban, tenía algunos entre los que elegir esposo, recibía muchas visitas para hacer acuerdos, pero no aceptaba ninguno de momento. Muchas noches alrededor del té, escuchaba hermosos poemas que los hombres componían para mí. La tribu disfrutaba de ellos y me miraban sonrientes. Casi todos esos hombres eran maduros, y tenían un status social correspondiente al mio, pero yo quería otra cosa.


No pude demorar mas insistencias de mi madre, a pesar de que con 16 años no tenía prisa para ello, mi madre se caso con 18 con su primer marido, según ella cuanto antes me case antes podré tener un hogar estable, casi todas las mujeres tuareg se separan de su primer marido. Una noche sonreí a un joven, tendría unos veinte años, se sorprendió e hicimos una cita en la que acordamos casarnos, él envió a su primo para hacer una petición formalante mi padre. Las mujeres salimos de la tienda. Ellos quedaron para concretar la dote, la fecha,...


Yo me fui lejos a llorar. Al volver mas serena todo el mundo estaba agitado, feliz por el futuro enlace. Esa noche se celebró una fiesta, como cada noche que se anunciaba un compromiso, yo me fui antes de costumbre a dormir, decía que me sentía mal, demasiadas emociones juntas. Todo el mundo poco a poco se retiraba a dormir.


Cuando todo el mundo dormía yo aún seguía desvelada, me escapé nuevamente de la tienda para ir a entrenar, estábamos cerca la zona montañosa, y me oculté entre unas formaciones rocosas que había en la falda de la montaña, había algunos troncos secos contra los que golpeaba, liberando toda mi rabía haciendo saltar mil astillas.

De repente algo hizo que me detuviera, en la hoja de la espada se reflejo un brillo que no tenía nada que ver con la luna, ni con las hogueras de la tribu, varios ruidos sordos se repetían con una velocidad pasmosa, y un montón de gritos de guerra berebere sonaban.

Me asomé en la colina, y horrorizada contemplaba como tres jeeps hacían círculos alrededor de mi tribu disparando al cielo, prendieron fuego a algunas tiendas, y disparaban también a todos los de mi tribu, iban cayendo uno detrás de otro, mis ojos se inundaron, no podía dar crédito a lo que estaba viviendo. Vi a algunos de los hombres atacar con sus espadas, tan solo lograron derrotar a tres de los atacantes, y sus cuerpos cayeron pesadamente sobre la arena.

Distinguí a mi padre entre el gentío espada en mano, matando a un berebere, y gritando mi nombre, yo solo susurraba entre llantos “estoy aquí papá, estoy aquí” Mi mano apretaba fuertemente el mango de la espada. Un disparo golpeo a mi padre, y otro, y otro,… Mi padre se mantenía en pie, y se giró con su espada hiriendo en la cara a uno de ellos, tras lo que cayó de rodillas, el bastardo lo apuntó en la frente con su pistola y puso fin a la vida de mi padre, el horror y la impotencia paralizaron mi cuerpo. Cuando casi acabaron con toda mi tribu, apresaron a algunos jóvenes, de los cuales yo sabía su destino, mercado de esclavos, aun existía el esclavismo, sobre todo uno sexual, en el cual acababan todas las mujeres.

- Vaya una rezagada.- Rió una voz a mis espaldas.

En vez de sentirme asustada estaba llena de odio e ira, me incorporé girándome, con espada y aprovechando el movimiento realice un movimiento circular con el que le seccioné el gaznate con un grito que liberó parte de la tensión acumulada, dejando caer libremente mis lágrimas.

El hombre cayó tiñendo de rojo la sangre y perdiendo su vida, me quedé viendo como sus ojos se apagaban. No sentí ni remordimiento, ni pena, el tiempo pasaba, los gritos de mis espaldas seguían desgarrando la noche, pero iban reduciéndose, la calma se adueñaba de la oscuridad del desierto.


El ruido de los jeep me hicieron girarme, sus focos me cegaron y me quedé paralizada como un pequeño animal. Los jeeps pararon y uno de ellos se bajó y se dirigió hacia mí, mi odio creció al encontrarme con el rostro del asesino de mi padre, con la herida de la cara aun sangrando, levanté mi espada para lanzarme contra él, sin embargo hizo un movimiento rápido con los pies, haciendo que cayera al suelo, él se rió, me tomó por la muñeca levantándome, del suelo, mi espada cayó y se clavó en la arena.


- No sabía que las mujeres también sabíais pelear, lleváosla!- Ordenó arrojándola a los pies de otros hombres.


- Sí jefe.- Respondieron dos de ellos, el asesino de mi padre era el responsable de aquella masacre, aunque eso carecía de importancia en ese momento.


Me maniataron y me subieron a uno se los jeep en los cuales había otras amigas y primas mías, mis lágrimas ya se habían secado y mi temple era frío, solo podía pensar en la cara del asesino de mi padre. Los jeep se pusieron en marcha y yo vi alejarse el poblado en el que yacía mi padre y posiblemente mi madre, observé mi espada clavada en la arena del desierto reflejando la Luna y las llamas del poblado consumiéndose, emitía un brillo casi macabro.

Subimos cerca del Río Níger durante un par de días hasta que llegamos a uno de los asentamientos cerca de Gao, era una especie de mercado negro en la que se juntaba la peor calaña, podías comprar esclavos, armas y otras cosas que no encontrarías en un mercado común. Algunas de mis compañeras murieron en el viaje, no nos daban apenas agua y menos aún comida.


Eramos como ganado que han de meter en un redil, nos tomaban y nos arrojaban al suelo, y a empujones nos metían en una tienda. Aquel campamento era una mezcla entre tiendas bereber y algunas casas de barro, o eso me parecía. La noche estaba llegando nuevamente, apenas recordaba los dos días atras, mareada en la parte trasera de un jeep, amontonada como un fardo.


En aquella tienda estaba llena de gente de otras tribus, todos encogidos, con un aspecto lamentable, y las mujeres sozllozaba, algún joven también, a pesar del dominio que tienen nuestros hombres de sus sentimientos. Supongo que hay situaciones que sobrepasan a cualquier persona.

martes, 20 de noviembre de 2007




Historia de una asesina:

Las dunas siempre son dunas. (I)



Nací en el 1960, la peor época para nacer en el sur de Mali, y la peor época para pertenecer a los Tuareg, las sequías eran mucho mas acentuadas en estos años, nuestra tribu era nómada, guiábamos a las caravanas y comerciábamos con otras tribus sedentarias que se dedicaban a la agricultura. Mi nombre fue Shahlaa, que en nuestro idioma significa ojos maravillosos, pues al nacer fueron los ojos más hermosos que habían visto en años. Recuerdo con cierto cariño los atardeceres en el Sahara, colocando las tiendas teñidas de rojo, que acompañaban al color del sol cuando se ocultaba tras las dunas.

Desde pequeña disfrutaba viendo a mi madre bailar en las fiestas nocturnas, era una de las mujeres mas bellas de la tribu, vestida de azul se acercaba a la hoguera bailando mientras las otras mujeres se juntaban en coros haciendo sonidos guturales, otro miembros de la tribu comenzaban a tocar sus instrumentos. A pesar de estar en unos años difíciles se trataban de llevar como buenamente se podía, muchos de nuestros hermanos habían viajado a Gao para establecerse allí y aprovechar los núcleos urbanos, mi tribu creía que lo más importante eran las tradiciones, que debían seguirse escrupulosamente.

Las guerras por el petróleo, hacían que los caminos fueran cada vez más peligrosos, mi tribu quería mantener su estilo de vida, viajando en camello, utilizando flechas, lanzas y escudos, sin embargo no podían equipararse a las armas de fuego que llevaban actualmente los asaltantes. Con la sequía los pillajes aumentaban preocupantemente, era mas fácil sobrevivir robando que comerciando. Sin embargo, los ancianos conocían los caminos seguros y los exploradores, los reconocían antes.

Muchas veces en las caravanas que guiábamos iba gente extraña, eran muy pálidos, y sus cabellos eran claros, yo solía acercarme para verlos, ellos me hablaban, pero no entendía ni una palabra de lo que decían, las ancianas comentaban que eran herejes, pero que pagaban bien. Algunos hablaban torpemente nuestra lengua, y contaban extrañas historias de lugares en los que el agua abundaba, yo creía que se burlaba de nosotros, pero mi madre corroboró esas historias cuando se las comenté, yo no entendía porque Alá daba a unos con tanta agua y nosotros apenas teníamos la necesaria para sobrevivir. Mi madre siempre respondía que cuando Alá creo el mundo hizo un lugar lleno de agua para que los hombres fueran felices y los desiertos para que se encontraran así mismos.

Pasé mi infancia viendo a mi padre practicar con la lucha, y viendo como enseñaba a otros niños de mi edad, yo intentaba memorizar los movimientos, por la noche, cuando los adultos se reunían y los niños dormíamos, cogía una daga de las muchas que tenía mi padre y practicaba los movimientos, mientras la Luna era la única cómplice de mis movimientos. En mis sueños me veía como una guerrera, empuñando una espada y haciendo sangrar los cuellos de mis adversarios junto al resto de mis hermanos.

Una noche mientras practicaba, escuché una voz a mis espaldas, la voz de mi padre:

- Eh niño, estas no son horas de practicar, pero mañana quiero verte haciéndolo exactamente igual de bien. – Dijo en un tono alegre, cuando llegó a mi altura y descubrió que era su hija la que empuñaba la daga, me soltó un bofetón que yo recordé como si volara hasta caer a la mullida arena.

- Shahlaa, No quiero volver a verte empuñar un arma, eres una mujer y debes aprender cuales son tus limitaciones, cada uno tiene su función en su tribu, aprende y aplica la tuya.- La voz de mi padre atravesaba mi cuerpo, me sentía débil y vulnerable tras su desaprobación, se giró y se marchó dejándome tumbada sobre la arena, en silencio.

Agarré la arena entre mis puños y una sola lágrima corrió por mi mejilla, y no fue por la bofetada que enrojeció mi piel, sino por la impotencia de no poder ser una guerrera como soñaba por las noches, una guerrera como mi padre. Mi cuerpo temblaba de odio, de odio a mi misma, odio por ser una mujer, que era lo único que rompía mis sueños.

Sin embargo, mis anhelos seguían apareciendo en mis sueños, me veía vestida de rojo, atravesando a varios adversarios con mi espada. Muchas veces me despertaba sudando, y no pude evitar varias noches salir al exterior y seguir practicando, asegurándome de que no pudieran pillarme. Salía a oscuras en la noche, normalmente en las noches en las que la Luna se encontraba hermosa y redonda en el firmamento, de otra manera hubiera sido imposible moverme por la oscuridad del desierto, sin embargo, mis entrenamientos no podían alargarse mucho, el frío de la noche era extremo, incluso para aquellos que estábamos acostumbrados a esas temperaturas. Muchas noches debilitaron mi cuerpo, causándome estados febriles que traían de cabeza a la tribu, no comprendían a que se debían mis enfermedades. Sin embargo, mi cuerpo consiguió sobreponerse y fortalecerse.

La adolescencia llegaba y con ella mi cuerpo iba variando, algunas de las chicas de mi tribu iban casándose, muchos chicos se peleaban ritualmente para que las chicas nos fijáramos en ellos, yo los observaba memorizando nuevos movimientos que practicar. El tiempo pasaba y mas chicas iban casándose, todas las miradas se centraban en mí, puesto que era una joven con cierta importancia dentro de la tribu, y no éramos muchas chicas. Yo lloraba por dentro, mi vida no podía ser esa, pero no podía seguir viviendo en mis sueños…

jueves, 15 de noviembre de 2007

Animalitos en casa

PIZKITA:


Bueno como comenté en mi casa hay mas animalitos, como por ejemplo mi conejita enana de angora Pizkita. Tiene un par de añitos y es muy cariñosa, por normal general la gente piensa en los conejos como una mascota de decoración y suave, pero se crean lazos afectivos entre el dueño y el conejo, pero no puedes pensar en el conejo como un perro, pero busca mas mimos que un gato.




Es una lástima que se le vean los ojos rojos, tendríais que ver que ojos azules mas bonitos tiene.











Ron poco a poco (muy poco) se está acostumbrando a no comerse a Pizkita, su instinto cazador es mucho mas fuerte.








WIFI:

Como hay que tener de todo, también tengo una Testudo graeca, comúnmente conocida como tortuga mora, es muy linda, mas bien lindo. Y le gusta pasearse por el patio cuando da el solecito.